Por Juan Tomás Valenzuela
Lo de Josefa Castillo,
mi amiga de tantos años,
a más de absurdo y extraño
me cayó como un ladrillo.
Yo siempre fui de su anillo,
que nadie lo ponga en duda,
pero en la forma en que escuda
su círculo familiar,
yo no la puedo apoyar,
por más que me pida ayuda.
El historial de Josefa,
una mujer de trabajo,
que le pesaba el refajo
como al bardo la dialefa.
Que le apodaban “La Jefa”
por su determinación,
ahora, sin justa razón,
más allá del clientelismo,
está cayendo en lo mismo
que llamaba corrupción.
Escribir sobre esta dama
y sus absurdos desmadres,
es como hablar de mi madre
de la forma más infama.
Pero con el melodrama,
de ella, de su hijo y su nuera,
no puedo dejarla fuera
de mis versos y mis críticas,
sobre el país, la política
y la claque charachera.
Con lo de aumentar la nómina
pá complacer compañeros,
usando nuestro dinero
de una forma dicotómica,
más que deshonesta y cómica
la hace ver oportunista.
Como esos peledeístas
que echamos por deshonestos,
ella, desde el mismo puesto,
no se ve menos Boschista.
Juan de los Palotes
11 marzo 2021